Los cinéfilos son una especie muy común. Baste ver cualquier tipo de revista para encontrar por lo menos una reseña o crítica cinematográfica. Los noticiarios de radio y televisión siempre incluyen una sección de cine. El cine tiene una muy buena reputación. Ver cine, hablar de cine o declararse amante del cine, habla bien de quien lo hace. No importa qué tipo de películas sean las que se vean, de las que se hablen o las que se amen: nadie cuestiona o crítica el ser cinéfilo.
Existe la palabra cinéfilo y nadie se ofende por ser denominado de tal forma. Pero, ¿por qué no existe la palabra tevéfilo como equivalente?
La ausencia de tal palabra dice mucho del lugar que ocupa la televisión en nuestra sociedad. Algo así como “no es posible que exista alguien que ame la televisión, por lo tanto no necesitamos la palabra tevéfilo”.
¿Es que la televisión no merece buenos espectadores? ¿No se puede ver televisión con la misma mirada crítica con la que se ve el cine, se leen los libros o se escucha la música?
La Cultura Cinematográfica
En varias carreras universitarias y en algunas preparatorias o bachilleratos es común que los maestros de humanidades dejen ver a sus alumnos películas con el objetivo de discutir un tema, hacer una crítica de las mismas, identificar géneros teatrales o literarios, hacer análisis del relato o incluso apreciar la fotografía o música de alguna cinta. En general, la academia es un lugar difícilmente ajeno al cine. Casi todas las escuelas tienen ciclos de cine, mesas de discusión sobre directores o géneros, o eventos relacionados con el llamado séptimo arte. Para casi cualquier festival o celebración cultural se incluye algo relacionado con cine.
Algunas profesiones de índole humanista o artística, tales como psicología, sociología, filosofía, antropología, pedagogía, comunicación, periodismo, teatro, pintura, danza y música, por mencionar sólo algunas, tienen una relación casi natural con el cine. Es difícil que algún integrante de cualquiera de estos gremios se declare un neófito de las películas, o que no haya ido nunca a los ciclos de cine de su facultad o escuela.
Para ver una película o para hablar de la misma es muy común el recurrir a las reseñas y a la crítica. Sea para usarlas de guía al seleccionar lo que vamos a ver, o para darle autoridad a nuestros propios comentarios sobre una cinta, o para tener más elementos en la lectura al momento de abordar un producto de este popular lenguaje audiovisual. El cine es lo que es más lo que se escribe sobre él.
¿Y la televisión? ¿No hace falta una cultura televisiva como la hay del cine? Dirá más de alguno que con la calidad de programas de televisión que hay, no vale la pena hacer esfuerzo alguno al respecto. Pero el cine no es muy diferente a la televisión. De todas las películas que se exhiben al año no todas valen la pena. La cultura alrededor del cine no depende de la calidad del mismo. Películas llamadas precisamente de “culto”enriquecen la cultura cinematográfica sin importar la “calidad”de las mismas: “La Noche de los Muertos Vivientes”, “El Santo contra las Momias de Guanajuato”, “Gozilla”, etc. (Esto sin entrar en detalles de lo que habría que definir con “calidad”.)
Rating vs Estrellitas
Cuando se critica la validez del rating suele usarse de argumento la calidad de los programas: ¿cómo pueden tener tanto rating programas tan malos? Tal asociación arbitraria sirve para desprestigiar a la televisión por el rating y al rating por la televisión? Creemos que mientras un programa se mide por el rating, una película se mide por la cantidad de estrellitas que le da el crítico o reseñista de nuestra preferencia.
No nos engañemos: las películas son o dejan de ser por lo mismo que es o deja de ser un programa de televisión: la cantidad de audiencia que asiste a ver la pantalla.
Una película tiene mayor rating cuando más personas compran boletos para verla. Dejando a un lado el glamour y la misteriosa mitología que rodea al “nuevo cine mexicano”, una de las películas más taquilleras en la historia moderna del séptimo arte nacional es “La Risa en Vacaciones”. Considerando, claro, el que en ese entonces los canales de distribución para el cine hablado en español no eran los que ahora permiten los nuevos consorcios de los teatros.
Cine en Televisión
Un buen ejemplo de las pocas diferencias con respecto a las preferencias de la audiencia televisiva y cinematográfica lo podemos ver reflejado en aquellas películas que siendo un éxito en cartelera lo son también cuando se pasan por televisión. Y viceversa.
El éxito de “Titanic” en televisión era asegurado. En cambio, cuando CNI Canal 40 compró un primer lote de películas de autor para transmitir por sus antenas, el fracaso fue rotundo: bajísimo rating. Cuando decidieron comprar material un poco más “erótico” o de acción el resultado fue notable: el rating llegó a los ciclos de cine de CNI.
Es necesaria la crítica y la cultura que existe en torno al cine, pero para la televisión. Hay que enseñar a ver televisión en las escuelas, en lugar de criticar a la televisión misma. El rating no puede ser argumento para desprestigiar un medio masivo de comunicación que comparte la misma suerte que los otros: el dinero determina la existencia y permanencia de los productos destinados a la audiencia.