Los límites del consumo
En mercadotecnia la distinción de género (como prácticamente cualquier otra variable) sólo interesa en términos de perfiles de consumo. Es decir, la distinción entre hombres y mujeres interesa únicamente en tanto que cada uno tiene formas de consumo diferentes.
En una sociedad de consumo la distinción de géneros es de interés sólo en términos del consumo mismo.
Edad, género, nivel de estudios, status laboral, estado civil… ¿Para qué sirven todas esas variables sociodemográficas en un estudio de mercado?
Esas y cuántas variables se incluyan en el diseño de una investigación (“no preguntes lo que no vas a usar”) tienen la función de identificar grupos de interés, hábitos de compra, poder adquisitivo, frecuencia de gastos, capacidad crediticia, consumidores y consumo...
En esta vida todo es target, y nosotros simples humanos, sólo somos un segmento del mercado. Lo que no consume no existe.
Todo rating (radio, televisión, internet) va acompañado de buena parte de estas variables. Cuando se le pregunta a una persona “qué estación escucha” se le inquiere además por sus ingresos mensuales, nunca se le cuestiona si ha leído el Quijote o cuando fue la última vez que pensó seriamente en el destino del universo. Toda audiencia (insisto, bajo la perspectiva de la sociedad de consumo en que vivimos) es consumidora. Diferenciar audiencias, catalogarlas, jerarquizarlas, definirlas, es diferenciar consumidores. Primero, consumidores de tiempo televisivo, radiofónico o de conectividad a la red; consumidores de la oferta comercial que aparece en la pantalla o se escucha en los altavoces, segundo.
La pregunta clave es: ¿consumen significativamente diferente una minoría? Si consume igual, la distinción de la minoría dentro del grupo es irrelevante. Si consume diferente, la pregunta siguiente es, ¿qué tan diferente? ¿Es una diferencia cualitativa o cuantitativa? Es decir, ¿una minoría dada consume significativamente menos o más que el resto? Y, por otro lado, consume productos diferentes? En caso afirmativo, ¿el valor de estos productos es lo suficientemente alto como para distinguir a quien los consume?
Toda la secuencia anterior en una pregunta: ¿la minoría consume significativamente diferente al resto?
En el ámbito de las audiencias: ¿la minoría ve televisión (escucha radio / navega en internet) significativamente diferente del resto?
Los límites de la medición
No es posible medir aquello que está fuera del grado de precisión determinado en el diseño de una investigación.
Las minorías son minorías en tanto que quedan fuera de la escala de los instrumentos de medición.
Así como no es posible medir directamente la distancia entre México y Tijuana con un compás, tampoco es posible medir la distancia que hay entre los ojos del Ángel de la Independencia con un radiotelescopio.
Si hacemos una encuesta y queremos que nuestra muestra sea lo suficientemente representativa de hombres y mujeres, al seleccionar personas al azar, la probabilidad nos dice que por cada 10 personas que seleccionemos, 5 van a ser hombres y 5 mujeres.
Supongamos que queremos seleccionar una muestra aleatoria lo suficientemente grande para que queden representadas las personas de ojos violetas.. Supongamos que tenemos un estimado de que hay una persona con ojos violeta por cada 500 mil habitantes. ¿Cuántas personas tenemos que seleccionar para encontrarnos con una persona de ojos violeta? La probabilidad nos dice que 0.0002 %. Con suerte y acompañándonos de la fuerza del jedi, necesitaríamos una muestra de por lo menos esos 500 mil personas para tener un representante de los ojos violeta.
La imposibilidad de tener una muestra de medio millón de personas no es teórica sino operativa.
Ergo, para los instrumentos de medición usados por las ciencias sociales, las personas de ojos violeta son minoría.
Esto no hace ni mejor ni peor al instrumento de medición: todo instrumento de medición tiene sus limitaciones.
Los límites de la definición, la pregunta y la respuesta
Definir a las personas de ojos violetas es sencillo. Preguntarle a las personas por el color de sus ojos es fácil. Y no hay por que no creerle a alguien el color de ojos que declara como respuesta.
Pero no todas las variables de una investigación tienen la virtud de los colores de ojos.
Supongamos que queremos identificar a los “intelectuales” en una muestra con el fin de identificar que programas de televisión ven (o de radio escuchan / o sitios de internet visitan). ¿Cómo definir qué es un intelectual? ¿El que se declara como tal? ¿Hacemos una prueba de coeficiente intelectual? ¿Preguntamos por hábitos o comportamiento asociado al ser intelectual? De ser así, ¿quién define esos hábitos o comportamientos?
Aún suponiendo que encontráramos una definición adecuada de intelectual, con una nuestra muestra es nacional nos enfrentamos a otros problemas. ¿Podemos, con nuestra pregunta, identificar intelectuales tanto entre los tarahumaras como entre los universitarios? Al hacerle la pregunta a un intérprete de música clásica chilango y adolescente, ¿entenderá lo mismo por intelectual que un zapatero oaxaqueño de edad mayor? Si en ciertos grupos se entiende “inteligente” por “intelectual”, ¿no será ofensivo preguntarle a alguien si se considera inteligente?
¿Cómo se define —en términos del diseño de una investigación, de la caracterización de las audiencias— una minoría? ¿Cómo se le pregunta a una minoría si lo es? ¿Cómo sabemos que la minoría será capaz de identificarse a sí misma como tal?